El drama de tu dolor es hecho evidente en
la sangre que veo en tu cuerpo por la corona de espinas y los golpes
del flagelo, por los clavos en las manos y en los pies y por el
corazón traspasado por la lanza del soldado.
Te adoro, Jesús doliente e inmolado y,
contemplando la Sábana Santa, comprendo con mayor claridad que tú
has tomado sobre ti los dolores y las cruces de toda la humanidad.
Cada sufrimiento mío unido a tu sufrimiento
recibe en regalo un valor redentor, por lo que me siento por ti
sostenido, consolado y perdonado.
Contemplando esta sagrada tela percibo la
luz de la esperanza que surge de tu Resurrección, de la que la que
es testigo elocuente.
Te doy las gracias por el don de poder
contemplar tu rostro en esta maravillosa tela.
Iluminado por tu Resurrección, cuya huella
percibo en la Sábana Santa, te prometo iniciar una vida nueva
alejándome del pecado y te pido poder experimentar que por tus
llagas he sido curado.
Amén.